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jueves, 28 de junio de 2018

DIALÓGO



>>COINCIDIMOS CON PERSONAS INTELIGENTES Y NO HABLAMOS CON ELLAS. NOS ENCONTRAMOS CON SABIOS Y NO APRENDEMOS NADA DE ELLOS. VEMOS A GRANDES VIAJEROS Y NO LES PREGUNTAMOS NADA. NOS TOPAMOS CON PERSONAS AMABLES Y AFECTUOSAS Y NO LES DAMOS NI UNA MUESTRA DE AMABILIDAD.  GOETHE<<






El diálogo genuino intenta buscar la verdad y fomentar el conocimiento sin prejuicios, a diferencia de la retórica que busca persuadir y convencer a través de una manipulación de la opinión. Diálogo es un intercambio de información entre dos o más personas. Puede ser oral o escrito. También es un tipo de obra literaria, en prosa o en verso, en la que se representa una conversación entre dos o más personajes. El diálogo puede ser tanto una conversación amistosa como una violenta discusión. Sin embargo, se acostumbra a hablar de diálogo como un intercambio de ideas en el que acepta los pensamientos del hablante y los participantes están dispuestos a cambiar sus propios puntos de vista, entonces no hay un consenso sobre la necesidad de un diálogo en numerosas áreas, tales como política. Debes acercarte a tu hijo y platicar con él.

DIALÓGO ENTRE PADRES E HIJOS 

Diálogo entre padres e hijos. No siempre es fácil responder a preguntas relacionadas con el sexo o las drogas, pero menos fácil es hablar de ello cuando ni siquiera nos lo preguntan… tal es el caso de los padres con sus hijos. Parece que determinados temas han de hablarse cuando se despierten en la mente de los adolescentes, pero la verdad es que cuando eso ocurre puede ser ya demasiado tarde. La información relativa a temas que implican riesgo para la salud o el desarrollo futuro de un adolescente es importante que sea conocida antes de que el entorno presione demasiados (diez u once años).
En ocasiones puede dar la sensación de que hablar de drogas, por ejemplo, dará pistas al niño de que existen sustancia muy placenteras y de que las querrá probar por la curiosidad que en él despertemos, sin embargo, dándole datos de qué efectos tiene (buenos y malos) será más probable que sea capaz de decir no cuando se le pueda presentar la oportunidad.

CLAVE

Hablar de un problema es tenerlo ya medio solucionado. Pretender educar sin propiciar el diálogo es como intentar construir una casa sin una segura cimentación. Pero ¡cuánto cuesta hablar con los hijos adolescentes! ¡Cuántas conversaciones acaban en monólogos! ¡Cuántas parecen “diálogos de sordos”! ¡Cuántas finalizan en una nueva pelea! “Mi hijo no me escucha”, “no se puede hablar con ella”, “siempre acabamos a gritos”, “parece que hablamos idiomas diferentes”… suelen ser las quejas justificadas de muchos padres.
-En primer lugar, se trata de crear el ambiente propicio y buscar el momento adecuado: no cuando los padres quieren, sino cuando ellos lo necesitan. No es fácil estipular un momento al día para hablar, porque quizá “tenga que contar algo” en el momento menos oportuno. En ese caso hay que dejarlo todo y atenderle, porque, aunque en ese preciso instante haya cosas muy urgentes, seguro que no hay nada más importante. Si se deja pasar la ocasión, porque “ahora no, que estoy ocupada” o “después me lo cuentas, que tengo trabajo”, habrá desaparecido para siempre. Por eso, es decisivo que sepan que cuentan siempre con sus padres, que estamos ahí, y que lo estemos realmente. 
-En segundo lugar, el requisito de toda comunicación es la confianza. Si la primera vez que un hijo nos hace una confidencia “un poco fuerte”, nos echamos las manos a la cabeza, armamos un escándalo o lo castigamos severamente, probablemente sea la última vez que se sincera con nosotros. La confianza es una virtud recíproca, quien la otorga la recibe a su vez. No es una virtud que se adquiere, sino que se da: la condición de todo diálogo. Si no confiamos en nuestros hijos, si no les damos confianza, aunque nos resulte difícil e, incluso, nos parezca arriesgado, nos quedaremos sin saber lo que les pasa.
-En tercer lugar, el requisito para que funcione el diálogo con hijos adolescentes es aceptar sus formas. No podemos esperar que todo funcione como una balsa de aceite. La serenidad la tenemos que poner los adultos; los hijos tendrán probablemente salidas de tono, levantarán la voz o discutirán apasionadamente. Pretender una conversación afable con un hijo o una hija adolescente es no entender su registro.

-En cuarto lugar, mediante el diálogo se razona. No se trata de entablar batallas dialécticas, en las que pierde el que menos grita y no gana nadie, sino de razonar y hacer razonar. Pero eso no se consigue a base de poner sobre la mesa buenas razones desde nuestro punto de vista, sino de presentarles razones que tengan peso para ellos. Puede que para un adolescente “estudiar para llegar a ser algo en la vida” no tenga tanto peso como “estudiar para poder trabajar en lo que le gusta”.
-En quinto lugar, padres e hijos debemos intentar llegar a establecer pactos. El “regateo” puede ser una forma de conversación que da mucho juego. Aquí hay que saber ceder en lo superficial, para “ganar” en lo esencial. Quizá merezca la pena “cambiar” un corte de pelo o un tatuaje por un domingo con la familia. La cuestión es que cuando se pacta, se produce un compromiso y el compromiso une

EL DIÁLOGO COMO BASE DE LAS BUENAS RELACIONES

Dialogar es conversar con otras personas sobre nuestras ideas, pensamientos, sentimientos. Nos permite crear y avanzar en las buenas, correctas y fructíferas relaciones, sean personales, sociales o profesionales. El diálogo es un valor fundamental para la convivencia. A pesar de que el refrán dice que “hablando se entiende la gente”, lo importante del diálogo no es hablar, sino el entendimiento.

La vida y las necesidades cambian, incluso la forma de comunicarnos. Pero lo que nunca cambiará es la necesidad del ser humano por dialogar y relacionarse con otras personas y conseguir así estar en equilibrio con todos los que le rodean en los diferentes ámbitos de la vida. Y, sobre todo, sin rencores, sin malas caras, sin venganzas y sin malos entendidos, que lo único que promueven es el distanciamiento físico y emocional con las personas. Donde hay diálogo es más fácil que haya entendimiento, que se puedan producir acuerdos y que ello facilite el desarrollo de un proyecto, de una actividad, de una amistad o de una relación. Una mirada, un gesto, un tono, un momento o un lugar pueden abrir o cerrar las puertas a la comunicación. Aprender a comunicar facilitará el diálogo. El comportamiento no verbal acompaña y enfatiza el comportamiento verbal, pero cuando no son congruentes tendemos a dar valor y prioridad a la expresión facial, a la postura, la mirada o el gesto.
Damos más credibilidad a lo que vemos que a lo que oímos. El 60% de nuestra atención va hacia lo que percibimos a través de la expresión facial y los gestos; alrededor de un 30% viaja hacia el tono de voz (lo que se denomina “comunicación paralingüística”) y en torno al 10% corresponde al contenido del mensaje.
Es decir, es importante cuidar las formas con las que transmitimos porque supone implicar o no a las personas que nos escuchan. Nuestro cuerpo y cara están en constante comunicación; no se silencian, como sí puede ocurrir con la palabra.

IMPORTANCIA

   El diálogo es una de las formas más desarrolladas y complejas que tiene el ser humano para comunicarse y aunque no es la única, sin duda es la más utilizada y central. De este modo, la noción de diálogo está directamente relacionada con la idea de sociedad humana ya que la misma no puede existir si las personas que la componen no pueden comunicarse entre sí. El diálogo es muy importante en todo momento. Sin embargo, hay situaciones sociales en las que el diálogo gana un poder preeminente y es realmente útil para resolver problemas: esto es así cuando hablamos de conflictos (armados o no), de peleas entre personas o incluso países, de que sea necesario llegar a un acuerdo, etc. En todos estos casos, el problema a resolver siempre llegará a mejores resultados si esa solución se busca a través del diálogo y de la puesta en común de los elementos que la componen.



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